domingo, 22 de junio de 2008

De las alturas

Todo el mundo cree que ser alto está guay. Que queda mejor, que ves los conciertos más fácilmente. Si supieran lo complicado que es para otras cosas. Por ejemplo en el transporte. Los asientos no están diseñados para más de metro setenta. Las rodillas se convierten en un estorbo y cuando el de alante echa el asiento para atrás desearías haber sido del montón. Otro inconveniente surge cuando pretendes hacerte el loco o sueco. O te agachas a buscar la lentilla o la persona a la que no quieres saludar te verá enseguida.

Los objetos más comunes por añadidura se convierten en enemigos. La típica lampara de araña con la que nadie tiene problemas supone un continuo tintineo cuando la rematas de cabeza. Los pasillos de metro, puertas, toldos y ramas también tienden a ponerse en tu camino.

Además cuando duermes en cama ajena los piesecillos se te salen o te tienes que tumbar en diagonal. Los pantalones te quedan pesqueros y las camisas cortas de mangas. Como veis sólo sirve para bajarle cosas a tu madre de los armarios y jugar al baloncesto con más solvencia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo cada vez encuentro más ventajas a ser bajita. Anda que no me he colado yo en lugares...