viernes, 31 de diciembre de 2010

Del 2010



Como cada año os traigo las canciones con las que más me he deleitado. 100 pistas, 6 horas. No os podéis quejar. En portada los dos acontecimientos más importantes del año en mi subjetivo mundo. Mi sobrina y el mundial.

Os dejo un link para que os lo podáis bajar en mp3:

- descarga

y otro por si queréis escucharlo en Spotify:

- lista Spotify

miércoles, 22 de diciembre de 2010

De Ryanair



Abordamos hoy esta simpática compañía. Que curiosamente comparte colores corporativos con IKEA, otra de mis empresas favoritas. Como os decía... Ryanair, la compañía de las tarifas bajas (low fares). Si sí (nada que ver con la emperatriz) los vuelos son baratos. Pero ay, hijos míos, ya lo dicen las abuelas: "lo barato sale caro". Veamos los porqueses de tal afirmación.

El vuelo es barato pero ojo, si facturas, 35€. Además sólo puedes llevar un bulto. Ni mochila, ni bolso, ni zurrón extra. Y con riñonera y broches grandes te miran mal. Entonces sólo puedes llevar una maleta. Bueno, no sé si con las medidas máximas que marca Ryan Air podemos considerar dicho receptáculo como maleta. Porque con 22cm x Y x Z lo más que se le puede llamar es portafolios. Además cuídate de no sobrepasar las medidas sagradas. Porque puede darse que estés esperando la cola para embarcar y aparezca un/una señorit@ Rottenmeir y te haga meter la maleta en una suerte de jaula portatil (que tiene un hueco de 22cmx...). Y si tienes suerte y llevas bolsa (no rígida) puedes intentar el método del pateo. No lo recomiendo en ningún caso, porque luego no lo saca de la dichosa jaulita ni el rey Arturo. Pero en el caso de las rígidas, o la haces añicos intentando que entre, o clin clin, paga por la maleta (creo que son unos 35€). El vuelo va dejando de ser tan barato.

Por fin entras al avión. Y es como en los cines baratos. Si entras el último te sientas el último. El método perfecto para favorecer a los cagaprisas (esos que están media hora antes "en sus puestos" en el mostrador de su puerta de embarque, los mismos que cuando aterriza el avión a pesar de las advertencias se ponen de pie casi al oir el chirrido de las ruedas y bajan sus maletas, y luego esperan, también de pie, diez minutos a que se abran las puertas y salgan los que les preceden en el pasillo). También ayuda mucho a los listillos (en realidad tontillos), esos que se cuelan y piensan que nadie se da cuenta.

Como decía antes de irme por las ramas, entras en el avión, y lo primero que te llama la atención es la decoración infame; amarillo, azul, incluso un degradado de amarillo a blanco. No tengo ni idea de cromoterapia pero a mi me da que esos colores no relajan mucho ni juntos ni por separado. Además ves publicidad por todos lados, como en el metro, en las portezuelas de los portaequipajes, en los cabeceros de los asientos...

Al sentarte te apercibes de que el hueco o asiento es inusualmente estrecho. Tanto que con un metro ochenta y cinco centímetros (aprox) tienes que sentarte de medio lado. Como las señoritas a caballo en las pelis antiguas. Además no puedes echar el asiento para atrás. Aunque casi es preferible, si no habría más cercenaciones de piernas que en una peli de zombies.

Consigues "acomodarte". Te dan la bienvenida en varios idiomas. No entiendes nada en ninguno. Te preguntas si alguno era inglés. No sabes si no lo has entendido porque tienes los idiomas abandonados o porque el volumen estrepitoso de los altavoces está afectando al área cognitiva de tu cerebro que maneja los lenguajes. Cuando por fin oyes a los azafatos sin la megafonía de por medio te das cuenta de que en las pruebas de idiomas de los azafatos el nivel es cuanto menos "relajao". El de los test de personalidad también. Un señor que se sentaba cerca de mi le preguntó a una azafata si tenían almohadas, y la azafata poco menos que se mofó en su cara mientras le decía que no, que no tenían. Cuando me quedé dormido antes de despegar otro azafato me despertó con sutiles golpecitos en el hombro para decirme "oye, tienes que apagar los auriculares". A lo que le contesté "¿Y el reproductor?".

Vas a dejar tu revista/libro/reproductor de música etc en el cesto de las revistas y... oh, sorpresa, no hay. Intentas concentrarte en la revista. No puedes porque la megafonía estruendosa anuncia además de los clásicos tabacos, relojes y colonias; jabones, productos cosméticos, bolígrafos, juegos para niños, la oferta del mes, pizza, chile, baguettes, pizzas, cigarros eléctricos...todo lo que vuestra mente pueda imaginar. Y encima en tres "idiomas".

Te pones los cascos para aislarte de la megafonía. Al volumen máximo oyes las ofertas de ropa de temporada y de fondo una suave musiquilla. Imposible. Y así, de mala leche, hasta el final del trayecto.

Para colmo de males, al aterrizar a salvo suena un sonidito así como entre jubiloso y circense que no te deja lugar a dudas de qué compañía no vas a volver a elegir. Hay cosas que no se pagan con dinero.