
Los bienquedas te dicen sin que nadie les pregunte que que bien te queda esa camiseta con la que ya te habían visto doscientas veces o tu nuevo corte de pelo, que en realidad es el de siempre. Alguna vez he intentado discutir con alguno de ellos provocándolos y es imposible. Son inmunes. Siempre me hacen ver la verdad absoluta del refrán: "dos no discuten si uno no quiere".
Los bienquedas eran los que en el colegio y en la facultad se quedaban después de clase (siempre) a hablar con el profesor. También suele conocérseles como pelotas o gordopilos. De mayores suelen orientarse por la política o el periodismo. Ya sabéis que en este país diciendo lo que realmente opinas y piensas no llegas a ninguna parte. Ahí se mueven como pingüino en el agua.
Las frases que suelen sacarlos a la luz normalmente son las preguntas que te hacen. "¿Qué tal todo?" es frecuentemente la que más usan. Yo suelo contestarles algo absurdo del tipo: "el tiempo mejorable, la familia en pleno ascenso y la vida sentimental inigualable, ¿no me ves que terso!".
Lo peor es que en un momento u otro todos somos algo bienquedas. Yo por ejemplo, con la gente que me cae mal normalmente se me nota en seguida. Pero en ocasiones para no desmembrar una pandilla o generar tensión innecesaria tengo que hacer la pantomima. Y me descubro preguntándoles que qué tal todo.