
Pero no sólo esto me irrita de la navidad. También algunas absurdas tradiciones. Nos dicen que hay que ahorrar energía para salvaguardar las generaciones futuras y luego nuestras ciudades se cubren de bombillas. Porque nuestros alcaldes parece que celebran un concurso de a ver quién gasta más voltios. Y si hiciesen más bonitas nuestras calles... al menos podría justificarse. Pero hay algunos adornos imperdonables. Como las amebas de colores infames que nuestro alcalde ha emplazado en el paseo del Prado. O las estrellitas y lucecitas epilépticas que la gente pone en las ventanas. Que parecen más de "Club" de carretera que adornos navideños.
Y qué me decís de los dulces navideños. El turrón duro parece inventado por dentistas. Los polvorones diseñados para atragantar a las suegras. Y las peladillas... podría hacer un despotrico entero dedicado a las peladillas. Parece que se colocan en la bandeja de turrones para decorarla. Porque siempre son lo último que queda. A veces se utilizan para marcar los números en el bingo navideño y otras como amarracos de mus. Pero nadie osa hincarle el diente a tan denostado producto.
1 comentario:
y luego está el roscón...que es el bollo festivo más cutre jamás inventado...
feliz año despotricador
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