Sí, despotrico también de estas fechas tan entrañables. No tengo límites. Porque no todo es maravilloso en navidad. Sobre todo si os desplazáis al centro de vuestras ciudades. En mi caso Madrid. La Gran vía se vuelve intransitable, la calle Preciados para qué contaros... Y si entráis en algún centro comercial la situación es insostenible. El otro día estuve en la Fnac y la gente se desplazaba en todas direcciones como ovejas oligofrénicas. Chocando los unos contra los otros para confluir finalmente en las cajas. Donde había unas colas kilométricas. Consecuente con mis principios, dejé los discos en un montoncito al efecto y decidí aplazarlo para otro día.
Pero no sólo esto me irrita de la navidad. También algunas absurdas tradiciones. Nos dicen que hay que ahorrar energía para salvaguardar las generaciones futuras y luego nuestras ciudades se cubren de bombillas. Porque nuestros alcaldes parece que celebran un concurso de a ver quién gasta más voltios. Y si hiciesen más bonitas nuestras calles... al menos podría justificarse. Pero hay algunos adornos imperdonables. Como las amebas de colores infames que nuestro alcalde ha emplazado en el paseo del Prado. O las estrellitas y lucecitas epilépticas que la gente pone en las ventanas. Que parecen más de "Club" de carretera que adornos navideños.
Y qué me decís de los dulces navideños. El turrón duro parece inventado por dentistas. Los polvorones diseñados para atragantar a las suegras. Y las peladillas... podría hacer un despotrico entero dedicado a las peladillas. Parece que se colocan en la bandeja de turrones para decorarla. Porque siempre son lo último que queda. A veces se utilizan para marcar los números en el bingo navideño y otras como amarracos de mus. Pero nadie osa hincarle el diente a tan denostado producto.
Pero no sólo esto me irrita de la navidad. También algunas absurdas tradiciones. Nos dicen que hay que ahorrar energía para salvaguardar las generaciones futuras y luego nuestras ciudades se cubren de bombillas. Porque nuestros alcaldes parece que celebran un concurso de a ver quién gasta más voltios. Y si hiciesen más bonitas nuestras calles... al menos podría justificarse. Pero hay algunos adornos imperdonables. Como las amebas de colores infames que nuestro alcalde ha emplazado en el paseo del Prado. O las estrellitas y lucecitas epilépticas que la gente pone en las ventanas. Que parecen más de "Club" de carretera que adornos navideños.
Y qué me decís de los dulces navideños. El turrón duro parece inventado por dentistas. Los polvorones diseñados para atragantar a las suegras. Y las peladillas... podría hacer un despotrico entero dedicado a las peladillas. Parece que se colocan en la bandeja de turrones para decorarla. Porque siempre son lo último que queda. A veces se utilizan para marcar los números en el bingo navideño y otras como amarracos de mus. Pero nadie osa hincarle el diente a tan denostado producto.
1 comentario:
y luego está el roscón...que es el bollo festivo más cutre jamás inventado...
feliz año despotricador
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